martes, 14 de octubre de 2008

LA TOLERANCIA INTOLERANTE

Por Cuauhtémoc D. Molina García

Podríamos definir la tolerancia como la aceptación de la diversidad de opinión, social, étnica, cultural y religiosa. La tolerancia es la capacidad de saber escuchar y aceptar a los demás, valorando las distintas formas de entender y posicionarse en la vida, siempre que no atenten contra los derechos fundamentales de la persona...

Si la tolerncia es entendida como el respeto y la consideración hacia la diferencia, y como una disposición intelectual, espiritual, humana y social a admitir a los demás tal y como son, aunque estas maneras del ser implique formas distintas de pensar y concebir el orden del mundo, entonces la Masonería es, por excelencia, la esencia y la síntesis de la Tolerancia, teniendo a ésta como una verdadera Virtud.

Pero resulta que, en los últimos tiempos, en la Masonería mexicana "escocesa" soplan vientos de todo lo contrario; es decir, en ciertas Provincias masónicas del país la intolerancia parece ser la bandera que algunos "delegados provinciales" enarbolan ante su febril impotencia para hacer valer sus liderazgos. Y es que como nadie les elige ni ha votado por ellos desde las bases que dirigen, pues muchos de ellos suelen ser mal queridos por sus propios hermanos que esperarían, cuando menos, tener un voto de calidad, de confianza o de mínima aceptación sobre las decisiones unilaterales tomadas "desde arriba".

Y si a esta impopularidad -no poco frecuente- se agrega el hecho de ser estos delegados sujetos verdaderamente miopes y poco hábiles para el ejercicio del mando y del liderazgo fraternal, resulta todo en que no son capaces de lograr la riqueza espiritual, moral e intelectual que la tolerancia implícita en el pensamiento masónico exige, trabajando precisamente por la tan ahora añorada unidad fraternal.

La Masonería debería tener dirigentes gigantes dispuestos a ver en la diversidad el diamante de la unidad. Pero ven todo lo contrario. ¿Por qué será? La ausencia de liderazgos parece permear en toda la sociedad mexicana, pero visiblemente se observa en el seno de la Institución masónica, extremadamente fragmentada, diluida y debilitada desde dentro, y no desde fuera, gracias a los supuestos e imaginarios enemigos "ancestrales" de la Orden, el clero y demás yerbas.

Por ejemplo, los Delegados del SC de México (no todos, por fortuna) asumen que los masones deben ser, todos, del rito escocés, y quien no lo sea, o es irregular, o es un traidor. Ignoran con esto que la masonería primigenia es la simbólica, y que los ritos (como el escocés) vinieron después, creados por motivos diversos, no siempre en la pureza y castidad del ideal masónico.
¿Cómo un masón de tan alto rango dentro del Rito Escocés (no incluye
naturalmente las Logias simbólicas y sus Grandes Logias) puede tener una
concepción tan primitiva?
Es algo difícil de entender, pero es real. Absurdamente, los masones discursamos hacia fuera de la Orden la tolerancia, incluso enarbolamos al Estado laico como un orden constitucional seguro y el único que tutela la tolerancia religiosa, política, intelectual, etc. Sin embargo, hacia dentro de la Institución algunos (no todos) de los altos dirigentes del escocismo expresan una lamentable, triste y destructiva intolerancia. Somos la síntesis de la incongruencia; dirían nuestros padres que somos candil de la calle y oscuridad de la casa.

No podremos nunca tener una Institución masónica fuerte con dirigentes de tal catadura. Se necesitan ahí hombres íntegros, cabales y espiritualmente desarrollados para entender, comprender y hacer valer la Unidad de la Masonería, allende los Ritos y sistemas de trabajo. La Masonería es Una, sus expresiones de trabajo son diversas. Quienes trabajan bajo las enseñanzas del rito escocés con tan regulares como quienes lo hacen bajo las enseñanzas del rito York o cualquier otro. Las diferencias provenientes de estas pequeñeces son eso, pequeñeces que solo un enanismo mental hace posible colocar en la mira de la disolución y el conflicto entre hermanos.
La tolerancia es un regalo y es un don divino, desde los primeros años de la vida. Pero muchos "Soberanos" parecen no haber tenido vida... y haber estado ausentes en la repartición de este don, sin el cual la Masonería sería imposible.

¡Miren mis hermanos las cosas que seguimos discutiendo los masones mexicanos en pleno Siglo XXI!

lunes, 6 de octubre de 2008

IPH AGUSTÍN ARRIAGA RIVERA


Don Agustín nació en el estado de Michoacán en 1926 y murió en 2006. Fue gobernador de su estado -por el PRI- de 1962 a 1968, por lo que vivió como tal el conflicto estudiantil de 1968, siendo su figura controversial por tales acontecimientos.

En el Supremo Consejo de México del Rito Escocés (de las calles de Lucerna) sirvió como Soberano Gran Comendador de 1985 a 1994, y en Xalapa estuvo en muchas ocasiones, acompañando al IPH César Martínez Alcalde, Delegado Provincial de desempeño ejemplar.

Acompañó a don César en giras intensas de trabajo por Poza Rica, Naranjos y Tempoal, recibiendo el afecto de los hermanos de esos Valles. Don Agustín era político de vocación, y esas cualidades alimentan el liderazgo de los hombres donde quiera que sirvan. Hemos dicho aquí que la masonería mexicana necesita líderes que entiendan su papel, que cautiven a sus seguidores y que les impulsen al trabajo genuino en amor a la Orden y al Rito Escocés.

Parece que esos tiempos han pasado; parece que la Orden desmerece por la ausencia de liderazgos en manos de figuras oscuras.

Don Agustín será recordado en Xalapa, entre otras cosas porque presidió los trabajos del IX CONGRESO NACIONAL MASÓNICO "XALAPA 87".

Don Agustín vivió para la causa del Rito Escocés en México. Pero, además, le sirvió al Rito como Presidente Mundial de la Masonería Filosófica de 1990 a 1995.

El próximo 10 de octubre sus amigos y hermanos del Distrito Federal le ofrecerán un acto conmemorativo a dos años de su paso al Eterno Oriente.