lunes, 3 de diciembre de 2007

CREER O NO CREER

El masón es un creyente. Anderson, desde las Constituciones de 1723, aprobadas por la Gran Logia de Inglaterra -organismo Madre de la masonería moderna- estableció que el masón que conoce bien el Arte, no podrá ser jamás ni libertino religioso ni estúpido ateo. La idea es clara, más allá de elucubrar si solo pueden ser masones los ateos inteligentes y no los estúpidos.

No puede ser masón quien niegue la existencia de Dios. La masonería, cualquiera que sea el rito o método de trabajo, se basa en la existencia de Dios, más que en la creencia en él.

Si Dios no existiera, dice Poignout, "la masonería desaparecería por falta de fundamento, aunque persistiera la creencia en él".

Vivimos tiempos de gran confusión espiritual. Siguen vivas las raíces del ateísmo, aunque el número de ateos confesos es más bien bajo. Abundan más los agnósticos, que no se atreven a creer, pero tampoco a negar la existencia de Dios y su revelación. No son pocos los que se dejan seducir por formas de religiosidad oriental o por prácticas ocultistas. Pero sin duda el grupo más numeroso es el de los indiferentes a toda inquietud trascendente. Pese a esa diversidad de posiciones, son muchas las personas que debaten entre la fe y la incredulidad.

La masonería -sin ser religión- ayuda al masón a encontrarse a sí mismo por medio de la razón y de la FE. No sustituye ninguna religión ni se proclama superior a ellas. Solo le proporciona los elementos para comprender mejor su razón de ser en el mundo.

Todos los sistemas masónicos -incluyendo a la masonería primigenia: la azul- respetan la libertad del masón; pero no pueden (si son masonerías regulares) manifestarse, ni ateas ni agnósticas. La masonería se basa en la existencia de Dios... y en su voluntad revelada en el mundo; por eso, el Gran Arquitecto del Universo es creador, arquitecto y constructor y su obra es una manifestación en el mundo. Respecto de la existencia de Dios, para la masonería regular, la cuestión es, a fin de cuentas, algo que no esta en la mesa de debates; no hay vuelta de hoja. El masón confiesa su convicción en Dios mientras recibe la iniciación en el primer grado.
No puede engañarnos, pues si persiste en su ateísmo -en el caso de que lo sea- no nos engaña, más bien se engaña él mismo. La pregunta que debemos hacerle es, ¿qué haces en la Logia?

El Rito Escocés proclama, en sus divisas de los Grados 30º y 32º, alusivas apelaciones a Dios y su preeminencia para el hombre y para el mundo.

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