martes, 30 de septiembre de 2008

EL AÑO NUEVO JUDÍO: ROSH HASHANÁ

Esta noche, cuando salgan las primeras estrellas estará comenzando el nuevo año judío 5768. El punto de partida que conduce a esta fecha tan avanzada, es la creación del mundo, según el judaísmo, 3760 años antes de la era común.

El pueblo judío todo festeja la fecha, dondequiera que esté, pero indudablemente la atmósfera más singular se vive en Israel, de amplia mayoría judía, lo cual asegura que el ambiente de fiesta y nuevos comienzos se capte en la calle en general.
El saludo de shaná tová, que significa “buen año” y al que se le agrega a menudo umetuká, o sea “dulce”, es el más oído en toda conversación en Israel desde hace muchos días. El nuevo comienzo inunda la calle. El pueblo de Israel se prepara desde hace días para las fechas sagradas.
El nombre más conocido de la fiesta de año nuevo es Rosh Hashaná, que literalmente traducido significa “la cabeza del año”. En realidad, año nuevo es el comienzo de un periodo de diez días, que finaliza con Iom Kipur, o el Día del Perdón —el más sagrado del año judío— conocidos como Iamim Noraim (los días terribles), durante los cuales, según la tradición, Dios decide si inscribir a cada uno en el libro de la vida.

Pero la fiesta tiene no sólo el aspecto religioso, sino también el familiar, el más colorido, el popular, por lo cual uno de los elementos más tradicionales es la cena familiar de Rosh Hashaná.
Y aquí aparecen las tradiciones principales, aunque hay alimentos que varían según el origen de cada colectividad.

Lo más típico es la manzana con miel, así como otros tipos de alimentos dulces, para que haya, por supuesto, un año dulce, y para que el nuevo año depare buenas noticias. Por eso también se coloca en la mesa —y se bendice— la granada, en cuyo interior hay gran cantidad de semillas que a veces se sirven separadas y simbolizan la abundancia.

En la mesa suele aparecer un pescado entero, con cabeza y todo —para desagrado de muchos niños, en general— a fin de que “seamos cabeza, y no cola”, para que se sepa empujar hacia delante, no dejarse llevar.

Para destacar la continuidad y el hecho que el ciclo del año sigue avanzando, se acostumbra comer el pan tradicional, jalá, horneado en forma circular, para que comienzo y final se confundan.

Claro está que lo central, antes de sentarse a la mesa, es el encendido de velas, que está siempre a cargo de la mujer, y que debe hacerse antes del comienzo del año, o sea cuando todavía no es fiesta, a fin de no violar luego la santidad de la fecha encendiendo fuego.

La atmósfera más singular se vive en Israel. El transporte público se detiene, el movimiento aminora su marcha y las corridas que se captan, son de aquellos que se apuran por llegar a su casa y prepararse a tiempo, después de los últimos mandados.

Y lo más sugestivo, especialmente en Jerusalén, ya cerca de la hora de comienzo de los rezos, es el movimiento de gente vestida para honrar la fiesta, con la cabeza cubierta (los hombres) con el solideo, o kipá, en camino a las sinagogas, con el libro de oración bajo el brazo. Familias enteras, a pie, dirigiéndose a la oración, con la bendición de Shaná Tová.

Los masones, sin ser judíos o necesariamente judaicos, vemos con interés el evento; la Masonería primigenia y universal en tres grados sustenta su simbolismo, esencia y enseñanzas en la Construcción del Templo de Salomón, cuyo proceso está claramente consignado en el Primer Libro de los Reyes y en el Segundo de las Crónicas. Posteriormente, los Grados del escocismo celebran y transmiten enseñanzas derivadas de temas viejo testamentarios.

Shalom lajem...

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